En 1991 me compré mi primera computadora de ajedrez, una Novag Super Nova que me costó 50.000 pesetas de la época (300 euros actuales). Pero, la verdad, es que mis ojitos se iban a una Novag Super Expert que había en la tienda oficial en Madrid.
El vendedor me quitó la tontería cuando me dijo el precio de esa preciosidad: 150.000 pesetas.Si mi adquisición tenía que comprarla a plazos, para hacerme con la Super Expert, no me hubiera quedado otra opción que vender uno de mis órganos vitales o hipotecarme para llevármela conmigo. Lamentablemente tuve que apartarla de mi pensamiento. Esto o algo parecido, ya lo conté en tono de humor en el capítulo 5 del serial “Cómo dejé de ser un coleccionista novato (de computadoras de ajedrez)”.
Ahora que estamos en 2019, 28 años después, puedo decir orgulloso que la última computadora de ajedrez que he comprado, es aquella deseada Novag Super Expert. Os contaré como se cumplió este sueño...
En abril de este año, me enteré por casualidad de una venta en TodoColección. Una persona había puesto a subasta la computadora Novag Super Expert y aunque en su descripción decía que la máquina funcionaba bien, las fotos dejaban más que claro que el tablero de madera estaba muy deteriorado. A saber como estarían sus componentes electrónicos.
Como el precio era bastante asequible me aventuré a pujar por ella y el día de la subasta estaba delante del ordenador, intentando ser quién se llevara el gato al agua. Después de unas cuantas pujas, parecía que ya solamente quedábamos tres posibles compradores y al final, la subasta cayó de mi lado por un precio algo superior a los 130 euros.Era un precio muy barato para esta computadora pero supongo que los otros se rajaron porque pensaban que las fotos de esa máquina tenían muy mala pinta.
La computadora llegó a mi casa y al desembalarla de la caja, pude comprobar lo mal que se encontraba el tablero, con rayas, defectos y golpes por doquier. Al enchufarla a la corriente, enseguida me percaté de que la pantalla tampoco se veía muy bien porque el cristal que la cubría, también estaba en malas condiciones. En cuanto me puse a usarla, vi que uno de los leds ni siquiera se encendía y un buen montón de ellos se hundían en sus agujeros del tablero por lo que la visibilidad de los mismos era más que complicada. Pero, lo peor de todo, es que de las tres columnas de botones de su panel de control, la tercera no funcionaba (8 botones en total) y eso la hacía prácticamente inoperativa. Era el modelo Novag Super Expert B a 5 mhz pero no podía jugar con ella. Meno mal que, por lo menos, las piezas estaban bastante bien conservadas. Una decepción absoluta.
Me quejé al comprador, remarcándole que la máquina no se podía utilizar cuando él decía en su anuncio que funcionaba. No quería devolvérsela sin más pero tampoco sabía si tendría arreglo y la opción de que volviera a su dueño no quedaba del todo descartada. Amablemente me hizo una rebaja del precio en un tercio y después de consultar con el crack de las reparaciones de computadoras de ajedrez (¿hace falta que diga quién es?), me quedé con la Novag Super Expert aceptando el desafío de embarcarnos en su dudosa recuperación. Teníamos por delante, como mínimo, conseguir obligatoriamente la restauración del maltrecho tablero de madera y la reparación de los botones del panel de control. El resto estaba por ver.
Fui con la máquina a un taller de restauración de mi barrio y allí, sus simpáticas trabajadoras, me dijeron que podrían hacer algo con ella. Aseguraban que la madera tenía salvación. Lo siguiente fue enviarle al técnico (¡es Berger, claro que sí!) la computadora, para que la desguazara por completo, es decir, sacara toda la maquinaria de su interior y me mandara de vuelta el tablero de madera vacío de su parte electrónica para que las restauradoras de la madera pudieran trabajar. Berger "intervino" como un cirujano en el interior de la pobre computadora (creo que sin ni siquiera anestesiarla).
El cirujano me devolvió el tablero desnudo y con él volví al taller de restauración para que hicieran lo posible por recuperar la estropeadísima madera. Tuve que dejar claro que una parte importante de la restauración, consistía en la parte del panel de controles donde estaban serigrafiadas las opciones de cada uno de los botones.
Lijar, barnizar y mimar la madera, fue todo un prodigio en manos de las jóvenes restauradoras. El resultado fue bastante bueno, no estaba perfecto pero según ellas era imposible recuperarlo por completo. Lo cierto es que consiguieron que su aspecto mejorara mucho y la serigrafía, tanto en en las coordenadas como en los botones, estaba más que aceptable. El cambio era evidente.
De nuevo, el tablero viajó por correo postal, hasta “el taller de Berger” que lo recibía para volver a componer sus tripas. Claro que entre viaje y viaje de la maquinita, hubieron por medio unas cuantas conversaciones telefónicas. Ambos habíamos madurado la idea de la reparación de la máquina para pasar a una más ambiciosa mejora. Algo que contaré en una próxima entrega de este artículo.